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Ocupación territorial inteligente

Recursos población y oportunidades

Por: Eduardo Gómez de la Torre Freundt (*)
Sábado 18 de Diciembre del 2010

Es necesario y urgente promover la toma de conciencia sobre la importancia de abordar sistemáticamente, y con visión de largo plazo, el diseño y la formulación de una política nacional de acondicionamiento del territorio que promueva una ocupación racional y de nuestro espacio nacional. Esto debe lograrse de manera concertada y sobre la base de consensos que permitan conciliar los diversos intereses socioeconómicos y políticos, en un marco de respeto por nuestra condición pluricultural y multiétnica. Esto permitiría el uso inteligente de nuestros recursos y potencialidades, en beneficio de todos los peruanos actuales y de las próximas generaciones que heredarán los aciertos y desaciertos de las decisiones que hoy tomamos.

El ordenamiento de nuestro territorio y su adecuada ocupación – para permitir la ubicación de nuestra población en los lugares más estratégicos, dotándola de los servicios e infraestructura adecuados, fuentes de energía, agua, carreteras, líneas de ferrocarril, puertos y aeropuertos, de acuerdo con las ventajas y oportunidades y superando los desafíos que presenta nuestro rico pero difícil territorio, de geografía compleja y generosa– es de vital importancia para nuestra viabilidad como nación moderna, que requiere ser cada vez más competitiva en un mundo cada vez más exigente, diversificado y sofisticado.

Es fundamental abordar este proceso, complementándolo y sintonizándolo con una política nacional de desarrollo urbano que promueva un sistema de centros poblados seguros, debidamente equipados, estructurados y jerarquizados, con roles y funciones claramente diferenciados y que se complementen en relación a la vocación de sus respectivas regiones, entendiéndolos como centros de irradiación de servicios sociales y beneficios económicos para dinamizar sus espacios de influencia y revertir la dinámica tradicional perversa de apropiación de los excedentes producidos por los pobladores de las áreas rurales, que ha reproducido la miseria y el atraso.
Se trata de un antiguo arte y ciencia que con gran sabiduría aplicaron las culturas regionales que ocuparon nuestros territorios antes de los incas, y que con estos últimos adquirieron niveles de maestría que hoy debemos rescatar, potenciándolos con los métodos y técnicas a nuestra disposición.

Una de estas herramientas, quizá la más valiosa, es el hoy denominado “pensamiento estratégico”, cuya adaptación a la planificación democrática moderna la ha reconceptualizado, poniéndola nuevamente en valor desde hace ya varias décadas en varios países de Europa, Estados Unidos y otras naciones (en empresas líderes a nivel mundial, esto es el llamado planeamiento estratégico).

Conscientes de las limitaciones de este instrumento pero convencidos de su utilidad, es necesaria su aplicación, institucionalizándolo a partir, por ejemplo, del Foro del Acuerdo Nacional y garantizar, así, la participación protagónica de todos los actores involucrados.

Podría, además, instalarse en un Ceplan repotenciado y democratizado, sintonizado con la descentralización y regionalización, para captar y expresar oportunamente sus requerimientos y necesidades, orientando y promoviendo la formulación de planes, programas y proyectos de integración nacional e interregional, de manera tal que ayuden a estructurar y articular –vía corredores de integración y ejes de desarrollo– la interconexión efectiva para vertebrar nuestras ricas cuencas, favoreciendo los intercambios y produciendo sinergias por los eslabonamientos productivos y las economías de escala que generarán.

Estos corredores de integración y ejes de desarrollo permitirán unir transversal y longitudinalmente nuestro territorio, sirviendo de puentes interoceánicos en un sentido y de corredores de integración continental andina, como lo fuera en su oportunidad el camino inca, vinculando el norte con el sur de gran parte del área andina del continente americano.

Se rescataría del olvido todo ese “rosario” de valles interandinos con sus respectivos pueblos –congelados en el tiempo–, parasitados por el centralismo asfixiante de una metrópoli que debe convertirse en el núcleo irradiador en el continente, de los impulsos culturales y de modernización, así como en centro de convenciones y eventos intercontinentales de la Cuenca del Pacífico Sur. Para esto debe equiparse adecuadamente y capacitar a la población para asumir este desafío y desempeñar el rol que le corresponde geopolítica e históricamente a la capital del Perú.

Fuente: El Comercio – EDITORIAL
Fecha: Sábado 18 de diciembre de 2010

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